Es la historia de mi mujer, de mi vida, de ella que siempre supo, en verdad, cual es mi nombre.
El paso incesante del tiempo, que no amaina el viento, y su inconstante ternura, han dejado insondables huellas. Como en lodo dorado y en bruto marfil, sus ojos han sido, para mi camino, el símbolo que llevo en el alma, como parte de una religión que sobrepuse a mis creencias.
La historia de mi mujer suele ser, también, la histeria de mi mujer, creando y propagando el fuego, que a veces, duerme por cansancio y otras tantas, duerme por amor, intensificando la pasión que en los besos insiste.
No hace falta que le recuerde que la quiero, donde y cuando ella quiera, sus desvaríos que amo y la obstinación sobre eso, que ella ama y amará por siempre. La vida de mi mujer es mi historia, con un lejano epílogo que nadie conoce ni reclama. Con sus bellas formas avanzando hacia la perfección y su delirio que ya lo es, ha logrado que yo quiera que ella sea como es, sin matices, sin desgarros ni mesuras, solo ella, mi historia, mi vida, mi mujer.