Tormentas que suelen entretener almas salvajes,
Ni siquiera pudieron domarme y muchos menos (lejos) pensarlo.
Ahora que tu sonrisa celó todo mi rostro,
Escucho el mar reventando, con cierta pasión, la arena,
Y recuerdo que; siempre es el mismo sonido.
Ahora, vuelves, y tocas mis manos,
Mientras tu canto ensordece los dioses,
Y las melodías que acompañan tu voz,
Glorifican mis días y mis sueños.
Desde que te conozco la luna ha vuelto a brillar,
Y en todo amanecer, ahora, tengo un Sol a cada costado…