[...].
Y contemplaba mis manos
Sobre la mesa, que extraordinarios miembros;
Mis manos tan pálidas,
Manos de muerto.
Y noté que no sentía
Mi corazón desde hacía mucho tiempo,
Y sentí que te perdía para siempre,
Con la horrible certidumbre de estar despierto.
Y grité tu nombre
Con un grito interno,
Con una voz extraña.
Que no era la mía y que estaba muy lejos.
Y entonces , en aquel grito,
Sentí que mi corazón muy adentro,
Como un racimo de lágrimas,
Se deshacía en un llanto benéfico,
Y que era el dolor de tu ausencia
Lo que había soñado despierto.
2 comentarios:
*Voz
*voz. Gracias
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